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Demacia[]

Junto a la costa occidental de Valoran, la ciudad estado humana de Demacia brilla como estandarte de virtud del continente entre todos los asentamientos humanos. Una causa común mueve a su pueblo: sembrar la justicia y la paz para hacer mejores a todos los seres que habitan el territorio. Sus gentes consideran la malicia y el egoísmo una enfermedad que debe ser erradicada de la mente humana. Aquellos que llegan a Demacia y deciden asentarse dentro de las fronteras de la ciudad estado deben compartir los ideales y las virtudes de sus ciudadanos; quienes busquen el beneficio personal a expensas de otros, pronto son condenados al ostracismo... o a algo peor.

La vida en Demacia, no obstante, no es un sueño plácido o utópico. Dado que sus ciudadanos se jactan de ser la vanguardia moral de Valoran, adoptan, al parecer, medidas draconianas para garantizar que su código moral sea el único que rija las vidas de quienes pueblan la ciudad estado. El crimen, sea cual sea su naturaleza, se castiga con severidad: en Demacia no existen los delitos menores. Algunos de sus detractores (que vierten sus críticas lejos de los límites de la ciudad) sostienen que ésa es la prueba de su hipocresía. Por su parte, los demacianos replican que su sistema de justicia incorpora en sus veredictos la benevolencia y los atenuantes. Nadie es castigado sin considerar, en su justa medida, las circunstancias que rodean el delito. Así, mientras algunos continúan criticando la severidad del derecho demaciano, el pueblo se aferra a sus convicciones. DemaciaDemacia small

Demacia es la única monarquía constitucional de Valoran, en la que su Rey es el jefe de estado y un consejo elegido tiene el poder legislativo. Aun cuando el monarca gobierna con autoridad, es controlado, al menos en parte, por el Consejo demaciano. El actual Rey de Demacia, Jarvan III (conocido como Jarvan Escudo de Luz Tercero), trabaja de forma estrecha con el Consejo demaciano para garantizar la autenticidad y pureza de la santidad de la ciudad estado. Desde el reinado de Jarvan I, no se ha producido golpe ni rebelión alguna en Demacia. El monarca hace las veces no sólo de líder político de la ciudad estado, sino también de comandante en jefe del ejército.

Las fuerzas militares de Demacia se cuentan entre las más fuertes de todo Valoran, y hasta hace muy poco tiempo eran las únicas capaces de resistir los hambrientos embates de la maquinaria bélica de Noxus, el enemigo declarado de Demacia desde la fundación de los dos asentamientos, siglos atrás. El suyo, en el fondo, es un conflicto moral. Los planteamientos filosóficos de Demacia y Noxus difieren como el día lo hace de la noche. Por ello, no cuesta entender que Demacia considere sus ejércitos como algo vital para su supervivencia. Todos sus ciudadanos deben servir en las fuerzas armadas, al menos, durante tres años. Aun transcurrido este tiempo, la mayor parte de los habitantes permanecen en estado activo, como parte de la reserva de la ciudad estado.

Demacia estuvo entre los primeros defensores de la Liga de Leyendas, aunque su motivación no fuese tanto garantizar la estabilidad del planeta como minar la amenaza noxiana a Valoran. La ciudad estado envió a sus mejores estudiantes de magia a la Academia de la Guerra; algunos llegaron a convertirse en maestros invocadores. Demacia se hace fuerte en los Campos de la Justicia; por ello, ha podido aliviar en parte el enorme gasto de recursos que serían necesarios, de otro modo, para mantener su fuerza militar. El ejército demaciano, veterano de la Liga, es más fuerte que nunca, aunque ha dejado de ser una fuerza invasora, lista para reconquistar las plazas noxianas, para convertirse en un bastión impenetrable, seguro y vigilante, a lo largo de todos sus dominios.

Demacia es un faro de esperanza para la humanidad. Como tal, la ciudad es el reflejo hecho piedra de sus ideales. Sus calles tiene un aspecto limpio, inmaculado; los chapiteles dibujan su horizonte. Los edificios demacianos se alzan, revestidos de piedra y mármol, mientras las banderas ondean, majestuosas, en sus murallas, que casi resplandecen de poder y nobleza. La propia ciudad, que descansa sobre una meseta, se extiende hasta los confines de un puerto natural.

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